lunes, 29 de septiembre de 2008

FEMENINO, MASCULINO... (2ª parte)

3 de octubre

TEÓRICO Nº 19
Femenino, masculino... una cuestión de género
(segunda parte)


Guía de lectura

“Las minas de todos”
Capítulo 8 de
Casos de comunicación y cosas de diseño

1. La definición de mina.
2. Las subjetividades: “arriba” y “abajo”.
3. La boca demarcada.
4. La retórica de “cuerpo completo”.
5. El sometimiento como fiesta.
6. La clave “melancólica”.
7. Lolitas.
8. Lolitos.
9. Desnudez diseñada.


TEXTOS COMPLEMENTARIOS OBLIGATORIOS

Tacos
Por Sandra Russo

Desde que muy al principio del gobierno de su marido Cristina Kirchner bajó bruscamente el perfil empinado que había tenido en los últimos años (y que compartió, en otras épocas, con Elisa Carrió y Alicia Castro), comenzó un juego mediático que en épocas electorales ha sido sin duda recargado por los operadores de la derecha en los medios. No significa esto que a Cristina Kirchner la trate bien la izquierda, sino que la izquierda carece, entre muchas otras cosas, de operadores en los medios. (Un parrafito entre paréntesis: demasiado a menudo se señalan los errores políticos de la izquierda; y demasiado a menudo se olvida que la derecha, además de poseer el capital económico, pelea desde hace siglos también por la acumulación del capital simbólico.)
Hace poco, en las coberturas del acto de lanzamiento en el Luna Park, uno de los diarios líderes publicó una magnífica foto: de la candidata sólo se veía el primerísimo plano, y fuera de foco, el taco del zapato. Atrás, sí en foco y con sus caras nítidamente atentas, la escuchaba todo el gabinete.
La foto es magnífica porque resume metonímicamente, a través de un taco alto demasiado cerca del ojo que ve, el carácter que la edición del diario le atribuye a Cristina Kirchner. Cualquier banco de imágenes podría comprarla para que en otra parte del mundo se ilustren con esa foto artículos sobre el creciente poder femenino en el área pública, sobre el miedo de las mujeres a hablar en público, sobre el cambio de los roles masculino y femenino, o sobre los niños que crecen con mucamas porque sus madres de dedican a actividades full time, como la política.
Sin embargo, esa foto sobre todo dice que la mujer del Presidente, que se presenta como candidata, tiene una imagen tan fuerte entre la gente que para ilustrar una nota sobre su lanzamiento un editor puede darse el lujo de mandar una foto en la que no se vea a la protagonista, sino solamente su taco.
Ahora bien: la fortaleza y el carácter, ¿cómo se leen hoy en la Argentina? ¿Hay una sola mirada sobre esos atributos o hay miradas contrapuestas? ¿Bajo la fortaleza y el carácter no subyacen acaso todos los demás atributos que pueden hacer de alguien un buen político? ¿No son la fortaleza y el carácter los únicos anticuerpos posibles contra la tentación del poder? Si alguien considerara de sí mismo que no tiene fortaleza o carácter, ¿sería honesto que se presentase como candidato político?
Y sin embargo, en los meandros de sentido que van formando corrientes de opinión y lugares comunes, hay una mirada sobre la candidata Cristina Kirchner que se basa en una relectura de la fortaleza y el carácter, y desvían sus gestos y su valoración hacia ese otro reino semántico, ese complejo reino semántico de la palabra autoritario.
Por otra parte, en otras consideraciones generales acerca de las miradas activas sobre la figura de la candidata, miradas en todos los casos cinceladas con adjetivos que usan los dirigentes de la oposición para referirse a ella o los columnistas de los diarios, una de las predominantes es la que se dirige hacia la debilidad de Cristina por el shopping, o la cantidad de rimmel que se pone (aflojó, ¿vieron?), o su pasión por las carteras, de las que ha llegado a usar una de marca inconfesable: Vuitton (hay que tener ganas de usar una de ésas originales, que valen miles de miles, aunque más de una nos hemos conformado alguna vez con atesorar un portatarjetas con ese logotipo de ultraluxe).
Bien: no nos ha salido la candidata, en materia de imagen, como les salen a los españoles, por ejemplo, sean de derecha o izquierda: las primeras damas españolas se permiten pelo corto y taco bajo, espectáculo que una primera dama argentina jamás nos ha proporcionado. El taco alto o el taco bajo son dos fetiches femeninos que hablan de cosas diferentes y en tonos distintos. Estéticamente, nuestras primeras damas respetan los cánones de elegancia burgueses, mientras aquel saco cruzado abierto y los mocasines de Néstor Kirchner encontraron la ruta para, en su momento, escandalizar al burgués.
De todos modos, como es absurdo no creer que la candidata tiene pensamiento prolífico propio, es de esperar que esté previsto que lo dé a conocer de alguna manera más blanda que hasta ahora, que hable, que se comunique. Es una excelente oradora pública, qué duda cabe después de haberla escuchado en el Senado. Pero es aquella senadora la que debe emerger como candidata, aquella mujer con acceso público normal, sin mamparas de Gobierno que la protejan. No la estarían protegiendo. La estarían privando de un chispazo que sólo puede lograr un candidato cuando deja abierta la posibilidad de la conexión popular. Y confía en ella.

El cuerpo y el tiempo
Por Sandra Russo

Hay una campaña publicitaria que veo últimamente y que no sé de qué marca es.
Siempre que paso por alguna gran avenida y veo los dos afiches de esa campaña,
me propongo fijarme qué publicita, pero el auto pasa rápido y la visión de las enormes fotografías vuelve a capturarme la mirada. Es que a las fotos las acompaña una leyenda, una “bajada”, y el ojo no alcanza a leer tanto. Las imágenes son dos, y de ellas sólo recuerdo textualmente una de las leyendas. La foto es la de una chica a la que no se le llega a ver bien la cara. Medio plano. Hay un mentón, y hay pelo largo, pero los rasgos de la cara no se llegan a ver.
La chica tiene puesta una musculosa blanca, y no usa corpiño. Tiene unas tetas importantes, de las que está orgullosa, o por lo menos segura del efecto que provocan, porque sólo así una chica se dejaría fotografiar con musculosa ajustada, ese escote, esa transparencia un poco violenta de los pezones. La leyenda dice: “A los catorce le decían tabla de planchar”.
A la otra foto la vi menos veces, pero también es un recorte de la cara de una chica, en blanco y negro, con el eje central en la boca. Una boca–pico, de labios abultados, vulvosos. La leyenda dice algo así como “A los catorce le decían que tenía un buzón”.
Las dos fotografías y las dos leyendas están unidas por una lógica de significado, podría decirse por una estructura. Una variación de la del “antes y después”, que quedó sellado a fuego en las páginas de publicidad de las revistas de comics: esas que nos dejaron en la memoria al “pobre alfeñique” que era el hombre, antes de hacerse físico-culturista. Pero esa estructura sigue repitiéndose, alargando el mito.
El mito en esencia es el mismo: lo usan quienes ofrecen métodos, aparatos, pastillas, vitaminas, aminoácidos, cirugías, extensiones, postizos, métodos de adelgazamiento, métodos anticalvicie, belleza dental, en fin, cualquier cosa que permita cambiar drásticamente el aspecto físico. Se apela, sobre todo en esos casos, a un quirófano simbólico, habilitado por el derecho de cada individuo a “encontrarse” físicamente consigo mismo, como si nuestros cuerpos y sus terminaciones fueran obstáculos fácilmente derrotables. Se nos incita a la derrota de nuestros cuerpos verdaderos, en pos de una auto-imagen difusa, tejida con recortes de revistas de actores y actrices y modelos y famosos que portan los cuerpos de belleza oficial.
En esos casos de “antes” y “después”, él o ella dejaron atrás un “antes” donde habían sido débiles, poca cosa, mitades de camino, y avanzaron con firmeza hacia un “después” que los exhibe ya dueños de algún atributo físico deseable.
En los dos casos de esta nueva campaña callejera, se trata de atributos femeninos, a saber: buenas tetas, labios carnosos. Si el “antes” está congelado en una edad (trece, catorce), la imagen del “ahora”, que se superpone al “después” del mito, en este caso, nos permite imaginar que todo pasó muy rápido: las chicas de las fotos son muy jóvenes. Eso es lo que entusiasma siempre: la rapidez. Esta época no tolera los procesos.
El problema del mito, que sobrepromete, que garantiza lo azaroso, es que hay muchas mujeres con tetas chiquitas y bocas de labios finos. El problema es qué les dicen esas fotografías y esas leyendas a las chicas que ya pasaron los catorce y siguen siendo tablas de planchar o siguen teniendo bocas muy diferentes de la de Angelina Jolie o Dolores Barreiro, que por otra parte son chicaneadas por el colágeno que se pusieron.
Nunca antes hubo tantas adolescentes con trastornos de alimentación y nunca antes hubo un discurso mítico tan unánimemente aceptado. El discurso sobre la belleza femenina ha sido una de las grandes trampas de la historia para someter a la mitad de la población. Es un discurso viscoso y cínico, de acuerdo con el cual “lo que se escribe” y “lo que se dice” corre en sentido favorable a la salud y la diversidad, pero que es acompañado por discursos visuales despóticos que exigen cuerpos de Photoshop. Ninguna mujer común puede aspirar, sin una considerable carga neurótica, a parecerse a alguien cuya fotografía además fue trabajada en pantalla. Las chicas ya no quieren ser flacas: quieren ser dibujos de flacas.
La belleza oficial jamás será abolida, pero al menos, teniendo en cuenta los miles de anónimos dolores que provoca en aquéllas y aquéllos cuyos cuerpos no se ajustan a ella, puede por lo menos ser cercada por la idea de que lo verdaderamente bello generalmente es libre.


Para la clase de trabajos prácticos del viernes 10 de octubre:

Repasar:
“Femenino, masculino... una cuestión de género”
Capítulo 13 de diseño.com
“El cuerpo o el osario de signos”
en El intercambio simbólico y la muerte. Jean Baudrillard. Módulo 2

Estudiar:

“Las minas de todos”
Capítulo 8 de Casos de comunicación y cosas de diseño

“Tacos”
“El cuerpo y el tiempo”
Por Sandra Russo

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