viernes, 1 de mayo de 2009

Mosquitos y cerdos

El que sigue es TEXTO COMPLEMENTARIO NO OBLIGATORIO para el curso anual 2009 de "Comunicación y Crítica".


Hemos visto que Saussure y Peirce fueron contemporáneos y fundaron definiciones de signo desde dos perspectivas o Escuelas muy distintas.
Una conjetura que explicaría esta “casualidad” se basa en que hacia finales del siglo XIX y principios del XX, la ciencia (en estos casos: estructuralista y pragmaticista, pero positivista en general) buscaba afanosamente unidades mínimas de interpretación que dieran fundamento a “la búsqueda de la verdad”.
Un caso paradigmático es “El átomo de Bohr”.
Reproducido durante décadas en los textos escolares, básicamente, consiste en representar una molécula con un núcleo central (positivo, habitado por protones y neutrones) y uno o muchos más electrones (negativos) girando concéntricos a su alrededor. “El átomo de Bohr” era una explicación satisfactoria no sólo porque explicaba la constitución de las moléculas y sus posibilidades de unión o intercambio de electrones; también lo era porque representaba una forma de lo mínimo que reproducía en escala una forma de lo máximo: el Universo. “El átomo de Bohr” fue (y sigue siendo en estudios muy elementales) una excelente metáfora de la constitución de la materia.
Otro tanto ocurrió en la medicina. De los estudios del cuerpo como conjunto de órganos y funciones que podía ser curado a través de la extirpación o mutilación, se llegó al estudio de la unidad mínima de interpretación de la constitución orgánica: la célula.
Desde mediados del siglo XX se desarrollaron importantes estudios y tratamientos basados en lo que se conoce bajo el nombre de “medicina nuclear”. En este caso, el núcleo es el centro de una célula que tiene otras dos zonas bien diferenciadas: el citoplasma y el protoplasma.
Ahora bien, hace unos años, el núcleo de la medicina ya no es el celular sino el molecular. Justamente, a esta especialidad se la denomina “medicina molecular”. Los avances en los campos de la cibernética y la neurobiología han constituido una “nueva” unidad de sentido de lo orgánico basada en la molécula como agente de información: el muy difundido ADN. Algo de esto menciono en 2001 en el capítulo Posmoda de DISEÑO.COM:

(… ) En principio (la época actual) la podríamos formular en los términos de la era de la información: ya no somos individuos singulares: somos datos, una fórmula de ADN. La manipulación genérica abona este supuesto. Las noticias sobre la ovejita Dolly, un par de chimpancés clonados, el reciente debate por las patentes de la fórmula del genoma humano inquietan y llaman a reflexiones sobre este punto. La clonación tendría así importancia más allá del debate científico de las experiencias de manipulación genética. Se trata de un cambio singular, cualitativo. Pasadas, superadas, las tres heridas narcisísticas o discontinuidades
(no ser el “centro” del universo, no ser tan “distintos” de los animales, no ser los “dueños” de nuestra conciencia) nos quedaba el hecho de ser individuos orgánicamente específicos, irrepetibles. (…) El clon es un idéntico a nivel molecular; es la información genética que se repite en otro ser: la gemelidad es absoluta. Pero, sólo en el nivel biológico. Lo humano es, por suerte, del orden de lo inefable. (…)

Hay más, pero si lo agregamos ahora nos vamos del tema.

Para la medicina nuclear los procedimientos de curación se basan en introducir en el organismo unidades de información que modifiquen o sustituyan la información “errónea”: verdaderas máquinas moleculares que actúan como un agente de espionaje cambiando una información falsa por una verdadera.
El caso es que esta “nueva” percepción del cuerpo y de su tratamiento produce otras categorías sobre la salud cuya principal amenaza es la proliferación de otros “agentes del mal”: los virus.



Virus y bacterias

Precisemos la diferencia entre virus y bacteria según el diccionario:

BACTERIA. (Etimológicamente del griego: bastón). Microorganismo unicelular procarionte, cuyas diversas especies producen las fermentaciones, enfermedades o putrefacción en los seres vivos o en las materias orgánicas.

Bueno,
PROCARIONTE. (Etimológicamente del latín: proceder). Dicho de un organismo cuyo ácido desoxirribonucleico no está confinado en el interior del núcleo, sino extendido en el citoplasma.

Ahora sí:
VIRUS. (Del latín: virus). 1. Organismo de estructura muy sencilla, compuesto de proteínas y ácidos nucleicos y capaz de reproducirse sólo en el seno de células vivas específicas, utilizando su metabolismo. 2. Programa introducido subrepticiamente en el programa de un ordenador que, al activarse, destruye parcial o totalmente la información almacenada.

Como vemos, la bacteria es un microorganismo y el virus es un organismo de estructura “muy sencilla” que contiene una variedad de ácidos nucleicos y, además, proteínas. Las bacterias se desparraman por el citoplasma y los virus alteran el metabolismo en el interior de células vivas.
El Diccionario incluye el virus informático como segunda acepción. Este virus es letal para la PC pero no para los seres humanos (exceptuando grados de neurosis que serían noticia para Crónica TV). La lógica de transmisión, reproducción y agresión del virus informático es similar a la de los virus orgánicos. Esto es cierto suponiendo que el lenguaje básico de las computadoras se comporta “como”, o “es”, un metabolismo. De cualquier manera, la metáfora “virus informático” resulta explicativa.
Todos estamos expuestos (algunos más, otros menos) a bacterias y virus de la más diversa índole. En el extremo de una diferenciación clasista, podríamos formular: “dime cuáles son las bacterias o los virus que te amenazan o padeces más frecuentemente y te diré a cuál sector sociocultural perteneces”.
Uno de los virus más conocidos es el HIV (acrónimo de Inmuno Deficiencia Humana, ligeramente distinto de su versión SIDA, acrónimo de Síndrome de Inmuno Deficiencia Adquirida). Ambas siglas no representan exactamente lo mismo: se distinguen entre “lo humano” y “adquirida”. El HIV puede alojarse en un ser humano durante muchos años (o toda la vida) sin presentar síntomas, mientras que el SIDA es su manifestación clínica.
Algunos teóricos y epistemólogos de las ciencias de la salud sostienen que “el contagio” como tal (es decir, como patología) no existe: lo que sí existen son casos de contagio. Estos científicos argumentan que el HIV ha existido en estado larvado con muy pocas manifestaciones de SIDA durante muchos años; lo que ocurrió fue que se presentaba en casos muy aislados que no eran diagnosticados como HIV sino como cáncer o cualquier otra enfermedad que se produjera a partir de la disminución de las defensas del organismo.
Siguiendo esta línea de pensamiento, digamos que existen personas contagiantes y personas contagiosas. Este razonamiento no justifica acatar las órdenes de Wojtila y Ratzinger: debido a que una de las formas de transmisión de HIV es sexual, conviene usar preservativos en las relaciones ocasionales. Tanto Wojtila como Ratzinger se encuentran más preocupados por las formas de transmisión del amor sexual que por los virus. No han faltado exégetas como Mariano Grondona que avanzaron sobre una hipótesis según la cual el HIV era un mensaje divino contra la promiscuidad (la sexual, obvio).
En las últimas semanas se han difundido otros dos virus: el que se transmite a través del mosquito en su variedad “Dengue” y el de la “Gripe porcina”.
Del primero, todos conocemos su aspecto: en las campañas de prevención aparecen en televisión y portales de Internet algunos dibujos de la anatomía del mosquito Dengue. Es un mosquito de buen diseño que tiene la propiedad de no sólo transportar el virus sino de metabolizarlo y transformarlo en otras variedades.
Según las notas periodísticas (que son la divulgación de la divulgación de la divulgación de los artículos científicos, mezcladas con opiniones de los comunicadores de la salud y las opiniones apresuradas de columnistas y noteros), la cosa es más o menos así:
El Dengue se desarrolla en lugares húmedos y cálidos. Cuando los casos de contagio se presentan en las proximidades del lugar de generación, se dice que se trata de casos “autóctonos”. El mosquito no viaja. Los que viajan son las personas infectadas, produciendo nuevos casos a cientos o miles de kilómetros de los originales. Todo se complica un poco más porque, a veces, las personas infectadas llegan a lugares donde residen casos autóctonos.
La prolongación de la etapa estival y el consecuente acortamiento del invierno agravan la situación. No se trata, exactamente, de que los mosquitos “se mueren en invierno”. Su reproducción es de grado exponencial en etapas y zonas cálidas. Cuando “llega el frío” las hembras viven 10 días en lugar de 30 (la vida media decrece a un tercio, digo, para tomar dimensión). Por lo tanto, la velocidad de reproducción decrece vertiginosamente. Pero subsisten las larvas que contienen el virus modificado que, cuando nazcan y se reproduzcan, producirán variedades del original. Si sumamos la ausencia de prevención, la falta de campañas de fumigación y las formas de reproducción del virus, la ministra Ocaña tiene razón: “el Dengue llegó para quedarse”.
Vimos que el virus informático es una metáfora del virus orgánico; podremos entonces proceder al revés y explicar la difusión del virus del Dengue como un caso de conectividad biológica.
Pero, además, convendría trazar un mapa que representara los casos de generación, enfermedad, muertes, nomadismo, zonas de riesgo de contagio, etc. y superponerlo con otros mapas que representaran bolsones de pobreza y la ausencia de sanitarios, redes cloacales y agua corriente. Surgirían otras formas de los países y de la región. Eso que se llama “La Argentina profunda” se transformaría en una Argentina visible, cercana, al nivel del piso.
Siguiendo la difusión periodística, el metabolismo del chancho ha sido apropiado para alojar y transmutar el virus de la gripe común y el de la gripe aviar generando su variedad original.

“No voy en tren, voy en avión”

El virus de la Gripe Porcina tiene otro estatus. Se lo denomina Virus A, H1N1 o, simplemente, “influenza”. Existe una discusión acerca de si se originó en México o en Estados Unidos: hay cerca de 300 casos en México, pero el primer caso fatal ocurrió en California. Lo cierto es que se presentaron muchos casos en ambos países, en Canadá, Francia, Noruega y, ahora un caso en Hong Kong por un turista que lo llevó..
Mientras el virus del dengue viaja en ómnibus (de esos que “paran en todos los pueblos”) o en el tren Urquiza, el de la gripe porcina lo hace en automóvil o en avión. Es otro caso de conectividad, de mayor velocidad y menor caudal: un virus del Primer Mundo.
En nuestro país (al momento de esta nota), se difundió la noticia de 10 casos de los cuales, al día siguiente, se desmintieron 9, por tratarse de gripe común (también grave en algunos situaciones sociales) y de gastroenteritis.
Su transmisión se produce por vía oral a través de las microgotas de saliva que flotan en el aliento. De ahí, la moda y el diseño de barbijos.

“No necesito a nadie, a nadie alrededor”

En Página/12, Sandra Russo publicó una nota que se titula “Bésame poco”. Se refiere a un tema que veremos en la segunda parte del curso: los dispositivos de control del cuerpo y la sexualidad como mecanismos del poder.
Si el HIV hizo del prójimo alguien sexualmente desconfiable, la Gripe Porcina, agrega, la desconfianza del beso. Lo que importa aquí es una forma de control social que, basada en el miedo al prójimo entre variedades del delito y los vínculos amorosos, abona la inseguridad y el retraimiento al individualismo: el Otro, “cuando no me roba y me mata, me contagia”.

Con los temas que vimos hasta ahora en el curso podemos pensar el “dengue” y “los cerdos” como producción de subjetividades que condensan discursos sobre la distribución de la riqueza, la salud, el miedo, la vida y la muerte.
Cuidate.



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